Un producto excepcional se labra en el trayecto que desemboca en una gran aventura. En el caso de KOLUMBUS, nuestra historia está ligada a los viajes de ultramar y a la perseverancia de un hombre por descubrir nuevas rutas que permitieran traer especies originarias del lejano Oriente. La toma de Constantinopla en 1453 por parte del Imperio Otomano significó un cambio de dominancia geopolítica y encareció el comercio entre Europa y las regiones orientales, por lo que era necesario buscar nuevas alternativas.

Convencido de que Oriente podía alcanzarse navegando por el Atlántico dirección oeste –una ruta desconocida hasta el momento– nuestro protagonista, el almirante Christoph Kolumbus y su tripulación aceptaron el desafío y zarparon de Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. Avistaron la isla de Guanahani, que actualmente forma parte de las Bahamas, el 12 de octubre de 1492.

El botín de los exploradores fue fructífero: maíz, calabaza, cacao, pimiento y por supuesto, tabaco, que Kolumbus descubrió dos semanas después de su llegada al continente, el 28 de octubre, en Cuba. Según relatan documentos de la época, a Kolumbus le llamó poderosamente la atención “unos rollos encendidos de hojas secas que despedían un humo azul y aromático” que portaban los nativos en los labios. La planta formaba parte del día a día de los indígenas, no sólo de su vida social sino que empleaban sus hojas como remedio a muchos males.

Pronto desarrolló su afición el almirante, quien encontró en el puro un compañero que le daba autoridad cuando despachaba con sus subordinados, aligeraba su estómago tras degustar los manjares locales o dirigía los designios de su tripulación a bordo de la embarcación Santa María.

Tras catar las excelencias de estas fragantes hojas, Christoph Kolumbus decidió llevarse un cargamento de vuelta a España. Uno de sus puntos de parada en sus viajes al Nuevo Mundo fueron las Islas Canarias y fue en La Palma donde esparció varias semillas de la planta a modo de legado. El clima, la fertilidad del suelo volcánico y la naturaleza hicieron el resto.

Así surgió la producción del puro palmero, una vitola sin igual, cuyo sabor es depositario de las hazañas del visionario almirante allende de los mares, reflejadas en el sabor intenso y equilibrado de los puros KOLUMBUS.