El puro palmero aglutina en sus hojas siglos de experiencia y buen hacer en su cultivo, secado y posterior confección; esencia intangible de este arte que, sin duda, se traslada al paladar del fumador. Actualmente, todavía perduran en la isla canaria de La Palma los métodos tradicionales empleados durante generaciones y que sitúan al puro palmero como uno de los mejores del mundo.

La historia del tabaco en La Palma es larga y fructífera, y está estrechamente relacionada con otra isla: Cuba. Fue en el siglo XIX cuando comenzó su cultivo artesanal al regresar los vegueros isleños que habían ido a probar fortuna al otro lado del Atlántico, obteniendo licencias para cultivar y producir tabaco en la isla caribeña.

Así pues, aprovechando la sabiduría recolectada por los viajeros recién regresados, el paisaje de La Palma comienza a poblarse de semilleros y plantas de tabaco. Su producción se concentra en los municipios de Breña Alta, Breña Baja, Santa Cruz de La Palma, Mazo, El Paso y Los Llanos de Aridane, que gozan de un clima privilegiado durante todo el año.

El proceso del cultivo del tabaco es largo y laborioso, ya que una vez recogidas las hojas se ensartan con un alambre fino para después secarlas en el cuje. Posteriormente, se da paso a la fermentación natural, el prensado y la elaboración manual del puro, prácticas que los chinchaleros palmeros han heredado, generación tras generación, de los mejores maestros. Y como dijo el cosechero Augusto González: “el mejor tabaco del mundo está en Pinar del Río (Cuba) y en La Palma; así se ha dicho, se dice y se dirá.”

Este cultivo tradicional y su elaboración artesanal todavía perduran en La Palma y forman parte de su paisaje e historia viva. El buen hacer de estos artesanos y su delicadeza en tan elaborado proceso hace de los puros palmeros como KOLUMBUS una excelente opción para los aficionados más sibaritas.