Cada paladar es un mundo. Y cada momento, único. Es por ello que, intentar establecer un ranking de una cuestión completamente subjetiva, se antoja como una misión imposible. Dentro de la amplia variedad de puros disponibles, cada uno se convierte en memorable porque nos acompaña en nuestro día a día. Podríamos decir, por tanto, que el mejor puro del mundo es aquel que está complaciéndote en cada momento.

Los hay grandes, medianos y pequeños; de aroma suave o intenso; algunos requieren más dedicación y otros pueden consumirse en menor tiempo. Sin embargo, lo que hace que un puro se convierta en el mejor es el instante en sí, su asociación con un momento dichoso como una animada reunión o una celebración vital que formará parte de nuestro álbum de fotografías.

Para educar y refinar nuestro paladar es recomendable aventurarse y lanzarse a catar diferentes vitolas. Factores como la climatología, las técnicas de torcido, añejamiento y fases del proceso como el secado o la fermentación de las hojas conforman los matices que redondean la personalidad del puro, sea cubano, hondureño o dominicano.

El puro palmero, sin ir más lejos, posee varios atributos avalados por siglos de tradición. Un entorno y clima privilegiados, la selección cuidadosa de la mejor materia prima, un proceso artesanal que mima cada detalle y el buen hacer de manos expertas y curtidas en mil batallas que dan como resultado un puro con la necesaria personalidad para acompañarnos en cualquier momento del día.