Asociado con momentos de ocio y reunión, no hay nada mejor que disfrutar un puro en compañía de una bebida que complemente y potencie las cualidades de la vitola en cuestión. Existen multitud de combinaciones y como siempre, el momento del día, los placeres y gustos personales acabarán decantando la elección.

Lo más importante es la armonía entre perfiles aromáticos y la correspondencia de sabores sin que ningún elemento pierda sus características principales. Aunque pueda sonar complicado, aquí aportamos varias pistas sobre las combinaciones más adecuadas para iniciarse en el maravilloso mundo del maridaje.

En general, hay opiniones que defienden que para ir sobre seguro conviene aparejar un puro con una bebida que sea de su mismo lugar de origen, pues existirán componentes de origen natural en los ingredientes que son comunes y asegurarán que la combinación sea perfecta.

Para aquellos que empiezan el día con un tizón, los maridajes sin alcohol más populares son aquellos realizados con bebidas que tienen un punto amargo como el café solo y el chocolate negro. En este caso, se recomienda una vitola de corta duración, alrededor de 10-15 minutos. No es aconsejable realizar maridajes con agua o refrescos con gas, pues resultan bastante insulsos en el paladar.

Es después de una comida cuando la combinación se convierte en celestial. El menú puede ser un incentivo o aliciente para elegir el puro que mejor acompañará la sobremesa. Si los platos son abundantes en medida y sabor, se recomienda encender un puro que también sea contundente en aroma y acompañarlo de un licor añejo tipo brandy.

Si, en cambio, nos hemos decantado por un ágape ligero o de elaboración más contemporánea, es mejor redondearlo con una vitola de composición más moderna. Para este segundo tipo, acompañan muy bien los destilados franceses derivados del vino como el coñac o el armañac, o el pacharán y el orujo. Para los puros de fortaleza media, una buena pareja son los vinos dulces como el oporto y el jerez.

Un destilado que sí crea consenso es el ron. Su dulzura, añejamiento en barricas de roble y carácter tropical lo hermana con el puro por origen y lo equilibra. Y curiosamente, ambos tienen a Cristóbal Colón como nexo de unión, pues fue el almirante quien trajo los puros a Europa y exportó la caña de azúcar a Cuba.

Aunque casen excelentemente, no se recomienda mojar el extremo final del puro en ningún tipo de licor, pues arruina la calidad del alcohol y supone un atentando contra los esfuerzos realizados en la elaboración de los cigarros, así como el fortalecimiento de las características organolépticas de los mismos y su cuidada conservación.